Lo
primero que quiero hacer, después de una temporada larga sin aparecer por aquí,
es pedir disculpas a toda esa gente que habitualmente se pasa por vitisvelado.blogspot.com
y no ha encontrado noticias nuevas.
Por
diversos motivos, no he dispuesto del tiempo que necesito para poder redactar
de manera adecuada esos contenidos que deseo compartir con todos vosotros. No quiero
enrollarme más y pasamos a lo interesante, una receta para llevar mejor este
invierno crudo que estamos teniendo.
El
porqué de este plato…..?, es fácil de explicar y de entender, es un plato de
cuchara, tradicional, fácil de preparar y que nos calienta el cuerpo y alma en
este invierno “ciclogénico”. Es un
plato de herencia, que me recuerda a mi abuela Aquilina y a mi madre Mª Cruz. Es
un plato con alma, porque me devuelve a mi infancia, a esos olores y sabores de
tiempos pasados, a la familia y los amigos de la niñez, que siempre van conmigo
como un álbum gastronómico.
INGREDIENTES
(2 PERSONAS):
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Una cebolla
-
Un pimiento rojo pequeño
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Un tomate
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4 dientes de ajo
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1 cayenas
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Tres patatas medianas
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Costillas de cerdo adobadas
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Aceite de oliva
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Sal
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Vino blanco
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Agua
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Pimentón
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Harina
PREPARACION:
Como la mayoría de los guisos,
comenzaremos por partir las verduras para ponerlas a pochar en la cazuela. Picamos
la cebolla y el pimiento y lo colocamos en la cazuela con el fondo cubierto por
aceite de oliva. La cazuela si es de barro, nos dará un sabor diferente y más
particular al plato, la diferencia es el tiempo del que dispongamos para
cocinar el plato. Con la cazuela de barro el tiempo se nos alarga casi el
doble, porque tardamos más en calentar la cazuela y en cocinar los ingredientes.
Una vez que la cebolla y el pimiento
comienzan a freírse, añadimos un poco de sal gorda al gusto, para que ayude a
deshidratar las verduras y se pochen mejor.
Cogemos los cuatro dientes de ajo y
con un cuchillo ancho colocado sobre ellos, le damos un pequeño golpe para que
el ajo se machaque un poco y los metemos enteros a la cazuela, de esta forma el
ajo se hará y quedara entero al tener la piel que lo mantiene.
Añadimos la guindilla (cayena) al
gusto, al que no le guste el picante que no la ponga y al que le guste mucho
que ponga más. Yo suelo poner una desmenuzada, también podemos poner dos y
dejarlas enteras, de esta manera aporta menos picor.
Cuando está a medio pochar las
verduras, añadimos un chorro de vino blanco para que la base de las patatas,
coja sabor y añadimos unas costillas adobadas de cerdo y dejamos rehogar todo
junto para que la carne se selle y no pierda jugos.
Pelamos las patatas y las lavamos,
una vez tenemos el sofrito hecho, vamos troceando las patatas en la cazuela,
tenemos que tronchar la patata, no cortarla, de esta manera favorecemos que la
patata suelte más almidón y el caldo quede más espeso. Comenzamos haciendo un
corte a la patata y terminamos con un giro del cuchillo para que rompa el
trozo.
Una vez picadas las patatas, le
añadimos como una cucharada sopera de harina y media de pimentón, removemos
bien para que se mezcle y rehogue el pimentón, la harina, las patatas y las
costillas y añadimos agua caliente, para que inmediatamente se ponga a hervir. Añadimos
agua hasta cubrir las patatas y un poco más, que no nos preocupe este tema
porque si vemos que se nos va consumiendo el agua y nos gustan más caldosas,
podemos añadir más agua.
Dejamos a fuego medio, una vez
comience a hervir durante 40 minutos más o menos y tendremos las patatas listas
para comer. El tiempo de cocción dependerá de cada uno, del tipo de patata,
fuego, cazuela… pinchando con un tenedor, podemos ver si la patata está o no
hecha.
Dejamos reposar unos minutos antes
de comer y ya podemos sentarnos a disfrutar de este manjar con una buena hogaza
de pan y una botella de vino rosado de
prieto picudo.